viernes, 17 de mayo de 2013

Libertad entre las piernas


Es tiempo de evolucionar: de la era del hidrocarburo a la de los carbohidratos!

Yo aprendí a andar en bicicleta a los 8 años. Recuerdo aún hoy la vergüenza que sentí al darme cuenta de que todos mis amigos, incluyendo a mis hermanos, sabían montar y yo, la grandota de 8 años todavía lo hacía con rueditas auxiliares. También recuerdo  hoy la obsesiva y voluntariosa empresa en que se vio envuelta la familia y que consistió en tardes enteras de vigilancia y apoyo moral inagotables, cada vez que el dinosaurio verde –enorme y pesado, que pertenecía a mi madre y que me fue asignado como vehículo de aprendizaje- decidía echar su cuerpo por tierra y esta criaturita, ya por entonces dando muestras de un humor semejante al de una olla a presión, amenazaba con resignarse indignada a toda una vida de peatonalismo.


Recuerdo esas tardes. Recuerdo a un hombre. Un vecino frente al cual me apenaba caerme y que, entendiendo la magnitud del evento no pudo más que unirse al coro de alentadores. Recuerdo las pistas de entrenamiento con obstáculos y todo –nunca tuvo mejor función el tendedero de ropa ubicado justo al medio del patio… Lo que si no puedo recordar son los días. No sé cuántos fueron. No sé si necesité 8, 10 o un mes para poder recorrer esos primeros 20 metros que me darían una sensación como de vértigo placentero, esa alegría de equilibrio recientemente conquistado y que recién hasta hoy pude asociar al más puro sentimiento de libertad.

18 años después y a 3 meses de haberme reencontrado con la bicicleta –con pedaleadas, caídas, subidas y bajadas-, recuerdo este evento como la primera manifestación de mi fuerza de voluntad, y deseo profundamente que la última sea también a golpe de pedal.

***

En Pereira no sólo me reencontré con mi bicicleta, también lo hice con la Universidad Sin Fronteras, con Arturo y la Escuela de Gaitas Lumbalú, y con muchos amigos. Muchos, a los que les agradezco tanto cariño y predisposición. 
Como dirían ustedes: me quedó gustando!


Homero, el protector de la negrita durante seis meses. Y mi anfitrión durante tres!

De pedaleada con los chicos de la Universidad Sin Fronteras
Chichavarí - Risaralda

Otto y las ciclas en Salento - Quindío

Valle de Cocora con sus palmas de cera - Quindío

La negrita, recién salidita del taller.



7 comentarios:

  1. Que buena mi Sole y esta Pereira será tu casa siempre que quieras retornar :) y de todas formas en el camino de infinitos lugares nos encontraremos :) Buen viento, buen camino hermana

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  2. ohhh... las tres negritas tan lindas! aunq a una seguro le falta un poco de sol no? abrazo hermana

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  3. hermosa sole, buen viaje! y hasta las estrellas... la ando estrañando sayi, mañana me voy a pedalear un rato también con el frío y con ustedes, el facu

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  4. sole! Que esa buena energía te acompañe siempre en tu camino, por acá siempre bienvenida... Un fuerte abrazo.. Vivian Monje

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  5. vamo adelante flacura!! no le afloje al pedal!!!

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  6. qué bello sole! lo leí varias veces varios días, parece que las mujeres llevamos niñas irrenunciables, que somos porque fuimos y seguimos siendo niñas, con ese hambre enorme de mundo y esa opción profunda por cultivar la inocencia liberadora donde todo es posible! qué lindo recibirte desde acá! te mando abrazo fuerte y pedalero, pa que sigas soñando y creciendo acariñada! te quiero!

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  7. Dejo aquí un saludo enorme a la compañera Soledad, que en las pocas horas que compartimos en San Cristóbal, se logró una empatia barbara, por lo que hace, por lo que representa su historia de vida, y por ese no se que del que hablaba el Sabalero cuando desde sus versos decía: "sentirse bien solo por hablar bien de gente buena", eso fue lo que sentí al tener el privilegio de entrevistar a la Sole, buen viaje y mejor destino. Abrazo.

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